El metal ochentero: Descarga de clásicos
Publicado el: 12,noviembre,2015Warning: Use of undefined constant en - assumed 'en' (this will throw an Error in a future version of PHP) in /home/cuartoin/public_html/wp-content/themes/InfernoV2/single-default.php on line 18
por Equipo Cuarto Infierno
Grupos como Venom, Mercyful Fate, Celtic Frost o Slayer dejaron huella para siempre en el ámbito de la música extrema, en una década fructífera que para muchos es considerada la edad de oro.
Fueron 10 años en que pasó de todo. Desde el nacimiento y esplendor de lo que hoy conocemos como heavy metal, pasando por el thrash, los inicios del black metal y la consolidación del death. Son los 80, década que aún extrañan los más old school, o que toman de referencia varios de las nuevas generaciones. Lo cierto es que, a nivel mundial, los sonidos extremos heredaron esa época cuando había 2 polos opuestos claramente diferenciados, como lo eran el rock progresivo y el punk.
Bandas como Motorhead y Judas Priest ya venían con fuerza desde los 70, pero tomaron nuevos bríos. En tanto, 1980 nos regalaba ese gran disco de Black Sabbath llamado “Heaven and Hell”, con la voz del mítico Dio. Y mientras en el ámbito del rock los aplausos se los llevaba AC/DC con el majestuoso “Back in Black”, en el Reino Unido estaba todo pasando con la denominada The New Wave of British Heavy Metal. Basta nombrar la importancia que tuvo el álbum recopilatorio “Metal for Muthas”, con unos jóvenes Iron Maiden junto a Sledgehammer, Angel Witch o los Samsom (del aún desconocido “Bruce Bruce” Dickinson).
Aparte de la “Doncella de Hierro”, que arrasarían con todo cuando lanzaron “The number of the beast” (1982), o los inmortales Judas Priest con su icónico “British Steel” un par de años antes, el movimiento brilló por el trabajo de agrupaciones como Diamond Head, Saxon, Tygers of Pan Tang, Grim Reaper y un listado casi interminable. Mientras tanto, un conocido por todos, Ozzy Osbourne, brillaba con luces propias gracias a obras maestras de la talla de “Diary of a Madman” (1982) y “Bark at the Moon” (1984).

En Europa la maldad adquiría nuevas formas con “Welcome to Hell” (1981) y “Black Metal” (1982) de Venom. Este último título le daría nombre a todo un movimiento. Pioneros en la senda oscura serían igual Mercyful Fate, con King Diamond en las vociferaciones, que se despacharon “Melissa” en 1983. Teatralidad, potencia y blasfemia llegaron a su punto máximo con “Don’t Break The Oath” (1984). Diamond iniciaría luego una carrera prodigiosa, manteniéndose vigente hasta nuestros días.

Hellhammer era una influyente banda de Suiza. Pero su disolución daría paso a esa magnífica encarnación llamada Celtic Frost, que lanzaron en 1984 “Morbid Tales”. Después vino “To Mega Therion”, un año después. Por eso tiempo empezó a sonar igual Bathory, desde Estocolmo (Suecia). El disco homónimo de 1984 marcó precedente. Mientras tanto, en Estados Unidos, una banda norteamericana con aires europeos llamada Manowar aplicaba heavy y power metal a sus álbumes “Battle Hymns” (1982), “Into Glory Ride” (1983) y “Hail to England” (1984). Volviendo a Europa, ya asomaban los alemanes Helloween con “Walls of Jericho” (1985). Anticipo del reconocido “Keeper of the Seven Keys Part I & II” (1987 y 1988).
Norteamérica sería la cuna del thrash metal, conocido por su agresión y velocidad sonora, que lo distinguía del heavy. Se empezó a hablar de los “Cuatro Grandes”, honor que se llevaron Metallica, Anthrax, Megadeth y Slayer de Estados Unidos. Pero también sería injusto dejar de mencionar a verdaderas leyendas como Overkill, Testament, Nuclear Assault, Exodus, Death Angel, Dark Angel, Annihilator de Canadá y muchas más. El disco “Master of Puppets” (1986), cuando Metallica aún tenía a Cliff Burton, es para muchos el resumen de una época dorada.
El que para varios expertos es el mejor disco de la historia del metal, “Reign in Blood” de Slayer, de 1986, traía verdaderos himnos de todo mosh que se venían a sumar a otros clásicos contenidos en las anteriores placas, “Show no mercy” (1983) y “Hell awaits” (1985). La banda en la cual aún canta el chileno Tom Araya vivió en los 80 una era de esplendor, con un sello distintivo que los convirtió en imprescindibles.

Dentro del mismo movimiento, las bandas germanas empezaron a adquirir un enorme protagonismo que aún mantienen. Alemania, la tierra de los grandiosos Accept, íconos ochenteros por excelencia, dio a destacados nombres como Kreator, Sodom, Destruction y Tankard. El poderío del grupo de Mille Petrozza quedó de manifiesto en “Pleasure to Kill” (1986) y luego en otras placas como “Extreme Agression” (1989). Muchos metaleros de Coquimbo y La Serena jamás se imaginaron que al tiempo después tocarían en la IV Región, nada menos que junto a Destruction.
En Sudamérica, las cosas no estaban tranquilas en los 80. Dejando de lado todo lo que pasaba en Chile, que da para otro reportaje, en Brasil surgió el aún respetado nombre de Sarcófago. Black, thrash y death se combinaron de la mejor forma, dejando para la posteridad ese sublime álbum debut llamado “I.N.R.I” (1987). Por esos mismos lugares ya hacía de las suyas Vulcano, responsables del enorme trabajo “Bloody Vengeance” (1986). En el resto del mundo, los estadounidenses Possessed sentaban precedente con “Seven Churches” (1985). Nacía el death metal, consolidado justamente con el grupo Death (“Scream bloody gore”, 1987) y Morbid Angel (“Altars of Madnes”, 1989).
Hablemos ahora de Sepultura, de nuestro continente. Los brasileños la rompieron con “Morbid Visions” (1986), “Schizophrenia” (1987) y “Beneath the remains” (1989). Discutir sobre lo que pasó con ellos tiempo después a esta altura no tiene caso. Lo que sí vale la pena subrayar es que los 80 en general fueron una época grandiosa. Faltaría mucho espacio para poder abarcar con justa medida todo lo que ocurrió en esos 10 años. Este mismo reportaje ha omitido muchos nombres de bandas y discos fabulosos, pero cada quien ya tiene sus favoritos y esperamos que esto sólo sirva de modesto resumen de una fase que muchos tuvieron la dicha de vivir a pleno. Ya se vienen los 90, con más historias dignas de contar.