Iron Maiden: Historia de un viaje a Santiago
Publicado el: 8,marzo,2016Warning: Use of undefined constant en - assumed 'en' (this will throw an Error in a future version of PHP) in /home/cuartoin/public_html/wp-content/themes/InfernoV2/single-default.php on line 18
por Equipo Cuarto Infierno
En abril de 2011, diario El Día de La Serena siguió el periplo de decenas de fanáticos de la banda, que presenciaron la sexta presentación del conjunto británico, por primera vez en el Estadio Nacional, donde grabaron el DVD “En Vivo”. Acá va ese reportaje.
Faltan dos minutos para la medianoche. Cae una fuerte llovizna y los inusuales rayos hacen asemejar el cielo a la portada del “Brave new World”. Son decenas los jóvenes que esperan impacientes en el Rodoviario de Coquimbo la llegada de un bus especial, que hace poco partió desde La Serena con parte del contingente. En cosa de segundos ya es domingo 10 de abril, la fecha que tanto esperaron los fanáticos del grupo Iron Maiden por verlos en el Estadio Nacional de Santiago. Era el detalle que faltaba en la historia del sexteto inglés con su público chileno.
“Yo los vi en el Club Hípico el 2009. Estuvo genial, pero todos queríamos que algún día fuera en el Nacional”, comentó uno de los tantos “maideanos” que a eso de las 00:30 horas por fin ya tomaba ubicación en el bus, iniciativa de la tienda coquimbana Metal Clan, que llevó a un entusiasta puñado de personas a un concierto que sabían sería inolvidable. Porque esa es la gracia de Iron Maiden. Ya habían tocado 5 veces en Chile, pero siguen llevando gente como si fuera la primera vez. Una fidelidad que traspasa generaciones, tomando en cuenta que el disco debut del grupo apareció en 1980.
Como si no pasaran los años, Bruce Dickinson (vocalista), Steve Harris (bajista y fundador), Dave Murray, Adrian Smith, Janick Gears (guitarristas) y Nicko McBrain (baterista) regresaban al país que en 1992 no los dejó entrar, por acusaciones de la Iglesia Católica tildándolos de “satánicos” y de “atentar a la moral”. O cuando también les cerraron las puertas en 1998, tras la detención de Augusto Pinochet en Londres. El solo hecho de ser británicos bastó para la censura aquella vez. Pero las cosas han cambiado. La banda no guarda rencores. Al contrario, hasta vinieron a grabar a Chile su nuevo DVD en vivo, asegurando que el público nacional “es uno de los mejores del mundo”, según el propio Dickinson.
El viaje fue normal pero estuvo cargado de ansiedad. Muchos que iban a ver por primera vez a los autores de “Powerslave” no pudieron dormir. Optaron por ir escuchando los viejos discos en su pendrive o en el blackberry. O tratando de aprenderse los temas nuevos, del disco “The final frontier” (2010), la excusa para la nueva visita del conjunto a Sudamérica. “Ojalá que mañana no esté lloviendo en Santiago”, se escuchó decir a un joven preocupado de que a todos se les aguara la fiesta. Pero nada iba a salir mal. Al contrario, sería una jornada tranquila donde ni siquiera se reportaron detenidos.
A las 7 de la mañana, en la puerta del Estadio Nacional, se bajaron los fanáticos de la región de la “Doncella de Hierro”. Otros tantos venían en otra movilización desde la capital regional y varios más se motivaron por su propia cuenta. Parecía que era demasiado temprano, pero ya había más de un millar de personas esperando que se abrieran las puertas. Seguía nublado y lloviznaba a ratos. Hacía frío, pero existía calor humano. Algunos pasaron la noche allí. Las bajas temperaturas no fueron impedimento para que los fans lucieran sus mejores poleras. En ellas la constante era el personaje de Eddie, mascota oficial del grupo, que se luce en todas las portadas de los discos. Había de todo, desde el que muestra de manera intimidante el hacha en “Killers” hasta el futurista de “Somewhere in time”, pasando por “Piece of mind” o el que sale del tenebroso árbol en “Fear of the dark”.
Las puertas del recinto de Ñuñoa recién se abrían a las 3 de la tarde. Faltaba mucho. No todos se quedaron a la fila. Varios optaron por recorrer Santiago o visitar amigos. Entre los que se mantuvieron sobraba energía. Con los primeros rayos del sol ya se escuchaban cánticos alegres, especialmente del coro del tema “Heaven can’t wait” o entonando esos temas que no tocan hace tiempo o que nunca son parte del repertorio, como “Alexander the Great”, “The prisoner” o “Remember tomorrow”, de la época del antiguo cantante Paul Di Anno (el mismo que se presentó como solista en el estadio techado del puerto, una fría noche del 7 de junio de 2007).
“¿Te acuerdas cuando fue a Coquimbo? Estaba bien acabado el socio”, comentaban unos amigos venidos de la zona. Todo lo contrario al legendario Dickinson, que aún salta y corre por el escenario como si tuviera 20, no 52 años. De fondo abundaban los lienzos y banderas chilenas. También se divisaban unas de Club Deportes La Serena y Coquimbo Unido. Había igual gente de Ovalle, de Salamanca, Vicuña. En fin, venían de todas partes. “Y eso que muchos otros no pudieron, por plata”, consignó uno que echaba de menos a varios de sus amigos. Pero los que estaban sabían que se vendría algo potente.
A medida que avanzaban las horas, tanto la Avenida Grecia como Maratón se iban llenando de vendedores ambulantes. Gorros, llaveros, pañuelos, posters y poleras de la banda, algunas con modelos nunca vistos, aparecían como tentadoras ofertas para los fanáticos de la “Bestia”, como también se le apoda al grupo. Y si alguien tenía hambre a la hora de almuerzo, le sobraban opciones con la multitud de puestos de comida rápida. Sopaipillas, empanadas, completos, hamburguesas, sandwichs de pernil, arrollados, helados y bebidas eran parte de la oferta. “Compren acá chiquillos, que adentro del estadio les va a salir más caro”, decía a viva voz una de las vendedoras de churrascos que lucía un gorro de Iron Maiden, sin conocer tal vez ni un solo tema de los metaleros. Pero así es el negocio y había que aprovechar el show para vender.
A la hora señalada, en medio de una numerosa y notoria presencia policial, se abrieron las puertas del coliseo ñuñoíno, por el cual nunca antes había pasado un grupo de metal. Ni siquiera los ultravendedores Metallica. La primera gran alegría de muchos fue traspasar los controles y verse ya dentro del estadio. Casi todos levantaban los brazos, gritaban con júbilo o se abrazaban de alegría por saber que ahora sí era inminente la fiesta con una nueva presentación de Harris y compañía.

El grupo chileno Kingdom of Hate fueron los primeros teloneros. Luego le correspondió el turno a los norteamericanos Exodus, un nombre insigne dentro de la escena thrash mundial. Pero todos estaban esperando a las grandes figuras de la noche. Tras los acordes del tradicional tema de presentación “Doctor Doctor” de Ufo se inició la velada, a las 21:00 horas en punto. Cerca de 50 mil personas, entre ellas un entusiasta porcentaje regional, se regocijaron por 120 minutos gracias a temas como “The trooper”, “The wickerman”, “Coming home” y la guinda de la torta del recital, el clásico “Running free”.
Una de las novedades de esta última gira fue la presencia de la mascota Eddie. Tal como en la carátula de “The final frontier”, ahora se pudo ver caminar sobre el escenario a un personaje mezcla de monstruo y extraterrestre. Pero no sólo sorprendió su presencia, sino también el hecho de que se pusiera a tocar una guitarra eléctrica, en el tramo final de la imprescindible canción “The evil that men do”.

Para el tema “Iron Maiden”, del disco homónimo de los británicos, apareció otra versión de la atemorizante criatura. Esta vez se trató de una gigantesca cabeza en la parte posterior del escenario, que asomaba sus dedos por los costados. Los metaleros aplaudieron a rabiar. Muchos niños, sobre los hombros de sus padres que crecieron con esta música, también gozaron de lo lindo. Ya todos siguen pidiendo otra visita de la “Doncella de Hierro”. Al menos les queda cuerda para rato.